El
dimorfismo estacional de esta mariposa, que se presenta en una coloración
diferente según pertenezca a la primera
o a la segunda generación, llegó a confundir al propio Carl von Linneo
al incluirla en su Systema Naturae (1758) como dos especies diferentes: a la
forma de primavera le dio el nombre Papilio levana y a la forma de verano Papilio prorsa. En
1816 Jakob Húbner mantuvo el mismo error de creer que eran dos especies, pero
las incluyó en la familia Nymphalidae y en el género Araschnia. Solo años más
tarde y tras criar orugas de diferentes generaciones se descubriría que en
realidad son una única especie.
Araschnia levana en Menoio. Foto Gustavo Abascal
Como
puede observarse en las fotografías, la generación de primavera es de color
naranja con dibujos negros y ribetes blancos mientras que la de verano tiene
alas negras con bandas blancas y finas rayas naranjas. Al parecer, es
principalmente la cantidad de horas de luz a las que están expuestas las orugas
las que determinan un patrón de coloración u otro, si son 16 horas o más
presentará una forma de verano y si son menos será la de primavera. Y según las
condiciones de temperatura e insolación al final de verano puede aparecer una
tercera generación de coloración intermedia entre las dos anteriores, algo que
se está haciendo más frecuente con el cambio climático.
La
fotografía que encabeza esta entrada está tomada en Menoio y se trata de un
ejemplar de segunda generación; la otra fotografía es de un ejemplar de primera
generación localizado en Luyando. Estas observaciones son hoy corrientes, pero
esta mariposa no fue detectada en la península Ibérica hasta finales de los
años sesenta del siglo pasado, precisamente fue Gipuzkoa el territorio donde
fue observada por primera vez, luego se fue extendiendo a Navarra, Girona o
Bizkaia. Su distribución europea hasta ese momento se localizaba principalmente
en Centroeuropa.
Gráfico extraído del Estado del clima en Euskadi. 2025. Euskalmet, Ihobe y Gobierno Vasco.
La
hipótesis más aceptada de la expansión general de este lepidóptero es la del
cambio climático. Según el Estado del clima en Euskadi (informe de 2025,
elaborado por Euskalmet, Ihobe y Gobierno Vasco) la temperatura en el País
Vasco ha subido 0,3 grados por década desde 1970 y los años 2022 y 2023 fueron
los más cálidos desde 1950. Así que los
desplazamientos de fauna y extinciones locales van a ser cada vez más
frecuentes por el aumento de las temperaturas, hecho que venimos constatando en
este blog dando cuenta, por ejemplo, de la aparición de aves de distribución
mediterránea que se reproducen en nuestra comarca como la curruca cabecinegra,
la curruca tomillera o la oropéndola, a la vez que otras como son las aves de
montaña están disminuyendo o se han extinguido, caso del roquero rojo o el
acentor alpino.
Parnassius apollo en Salvada. Foto Gustavo Abascal. Mariposa de montaña desaparecida ya de varios macizos montañosos de Álava.
Pone los pelos de punta imaginar cómo afectará a nuestra fauna y ecosistemas el ascenso de los más de 4ºC previstos para finales de siglo si no hacemos nada para impedirlo, aunque no parece asustarnos lo suficiente porque seguimos emitiendo más y más gases de efecto invernadero, explotando recursos, contaminando, extinguiendo especies… seguimos en rumbo de colisión cada vez más rápido.
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