sábado, 9 de mayo de 2020

El torcecuello, el raro de la familia.

Ya ha llegado la primavera y con ella un ave que no es fácil de observar dadas sus costumbres discretas y la librea críptica de su plumaje que le hace pasar desapercibido entre la densa vegetación, sin embargo le delata un canto inconfundible, similar a una pequeña alarma o sirena, emitida principalmente a primeras horas de la mañana.
Torcecuello. Llanteno (Ayala)
Durante el invierno el torcecuello (Jynx torquilla) ha permanecido en regiones meridionales de clima más benigno como el sur de Iberia o África y ahora regresa de nuevo para criar en Ayala: los pastos de la Sierra Salvada, la campiña de Menoio o el valle de Arrastaria, siempre en zonas abiertas pero con arboledas y setos diseminados donde refugiarse y construir su nido.
La migración no es la única diferencia de esta especie respecto al resto de los componentes de la familia a la que pertenece: los pícidos, es decir, los pájaros carpinteros. Como se aprecia en las fotografías posee un plumaje pardo en vez de los llamativos e intensos colores del picamaderos negro o del picopicapinos, adornados todos ellos con una característica mancha roja en la nuca. Tampoco posee otras características típicas de los pícidos como la cola con plumas rígidas que les permiten avanzar en la verticalidad de los troncos, o un fuerte pico capaz de taladran la madera.
Torcecuello. Llanteno (Ayala)
Sin embargo, para criar utiliza, como sus parientes los pájaros carpinteros, agujeros en troncos de árboles y se alimenta del mismo modo que lo hace el pito real,  otro miembro de la familia: una lengua larga le permite alimentarse de hormigas.

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