domingo, 26 de julio de 2020

La extinción del rebeco en el País Vasco

El rebeco pirenaico o sarrio (Rupicapra pyrenaica) es un ungulado que vive en determinados macizos montañosos del suroeste europeo, entre los que se encuentran los Pirineos y la Cordillera Cantábrica, donde sus poblaciones están aisladas y han dado lugar a dos subespecies: el sarrio pirenaico (Rupicapra pyrenaica pyrenaica) y el rebeco cantábrico (Rupicapra pyrenaica parva). Los restos óseos de esta especie hallados en numerosos yacimientos arqueológicos y paleontológicos repartidos por buena parte de la península Ibérica (Portugal, Castilla y León, Barcelona, Madrid o Córdoba) nos indican que su distribución llegó a ser mucho mayor que la actual, alcanzando puntos tan meridionales como la Sierra de Segura en Jaén.

De igual manera podemos confirmar la antigua presencia del rebeco en los bosques y montañas del País Vasco a partir de los restos óseos hallados en los yacimientos paleontológicos, fundamentalmente del Pleistoceno y comienzos del Holoceno, y en cavidades ocupadas por el hombre en la época paleolítica ya que el rebeco fue una de las piezas cazadas por sus pobladores, principalmente en aquellos lugares propicios para la especie como áreas montañosas con escarpes rocosos. De entre los muchos yacimientos vascos donde se han encontrado restos de rebeco podríamos citar la Cueva de Amalda (Zestoa) por ser aquí el animal más numeroso, o la Cueva de Mairulegorreta en Gorbea. También podemos confirmar su presencia a partir de pinturas rupestres (Cueva de Altxerri) o grabados en hueso de la época paleolítica.

Sin embargo, en los yacimientos vascos del Neolítico-Calcolítico (por ejemplo, Cueva de Iruaxpe en Aretxabaleta) los restos óseos de rebeco resultan mucho más escasos debido a que la caza durante este periodo se convierte en una actividad complementaria dentro de una economía que se basa ahora fundamentalmente en la agricultura y la ganadería. Los huesos de animales que aparecen en estos yacimientos pertenecen en gran parte a especies domésticas, y los escasos restos de animales salvajes suelen ser de otros ungulados más abundantes, de mayor peso y más accesibles: ciervos, corzos o jabalíes, raramente de rebeco.

Aunque existe otra razón por la que el número de restos óseos de rebeco va escaseando de los yacimientos tanto arqueológicos como paleontológicos desde el Pleistoceno: la subida de las temperaturas a partir de la época postglaciar y, por lo tanto, el desplazamiento y acantonamiento de esta especie en áreas montañosas donde encontraría nuevamente las condiciones adecuadas de hábitat. Tengamos en cuenta que el rebeco es una especie ecotonal que muestra preferencia por los prados que se encuentran por encima del límite del bosque, un hábitat que con la subida de temperaturas se desarrolló a mayores altitudes. Quizá también podríamos añadir a este hecho la dificultad con la que se encontraría a partir de ahora para ocupar los valles debido a la creciente presión humana y a la competencia con otros ungulados como el ciervo.

A partir de finales del Neolítico-Calcolítico no se vuelve a tener constancia de restos óseos de rebeco en los yacimientos arqueológicos vascos, sean protohistóricos, romanos o medievales, aunque no se puede descartar que se produzcan hallazgos en el futuro como ha ocurrido en el yacimiento de la Edad del Hierro del abrigo del Puyo en Miera (Cantabria) en el que sí se han hallado restos de esta especie.

Ciertamente esta misma tendencia se observa en toda el área peninsular, incluidas las regiones donde viven actualmente los rebecos: los restos de este ungulado son frecuentes en los niveles del Paleolítico o Mesolítico (Cueva Matienzo en Cantabria), escasos en el Neolítico (si bien aún repartidos por toda el área peninsular, localizándose incluso en las provincias de Jaén o Granada) y excepcionales a partir de entonces.

Tampoco tenemos constancia de huesos de rebeco procedentes de yacimientos paleontológicos de fechas más recientes a las ya comentadas del Pleistoceno o comienzos del Holoceno, por ejemplo, de hace dos mil años o tres mil años. Aunque en realidad no sabemos a ciencia cierta si existen o no porque el material paleontológico recogido es enorme y se ha estudiado sólo una pequeña parte: aquella que ofrece mayor interés desde el punto de vista científico que suele corresponder con etapas más antiguas.

De tal modo que el conocimiento que poseemos de los restos óseos hallados en muchas cuevas y simas se ciñe únicamente a su determinación como especie, quedando pendiente su datación, edad, sexo, etc. Este podría ser el caso del material óseo hallado en una cueva de la Sierra de Badaia (Álava) atribuido a rebeco, pero del que desconocemos realmente su antigüedad.

Incluso en lo que se refiere a la identificación de los huesos podríamos albergar dudas. Actualmente los huesos más frecuentes hallados en cavidades son de ganado caprino, tanto de ejemplares adultos como jóvenes ¿hemos podido en algún caso atribuir restos de rebeco a cabras domésticas debido a su gran similitud?

 En cualquier caso, a partir de la falta de restos óseos de rebeco desde hace tres mil años o más no podemos deducir de manera concluyente que este animal no estuviese presente en el País Vasco. Las cuevas y simas han ido acumulando los restos de los ungulados más abundantes y asociados a ambientes forestales, el dominante en nuestro caso: ciervos, jabalíes y corzos, el rebeco es un ungulado de montaña. Sin olvidar que, como ya hemos apuntado, ni siquiera son frecuentes los restos óseos de rebeco en épocas en las que estuvo ampliamente distribuido y fue más abundante.

Del mismo modo, si no se hubiera recompensado la caza de linces en los pueblos y recogido el pago efectuado en sus libros de cuentas es poco probable que tuviésemos otro tipo de constancia escrita de su presencia histórica en el País Vasco y, como tampoco conocemos la antigüedad de los pocos restos óseos hallados de esta especie, nuestras conclusiones serían las mismas que con el rebeco.

Desde luego, a día de hoy los rebecos siguen precipitándose y muriendo en cavidades allí donde viven, tal como observan los espeleólogos.

Por último, tampoco se conocen referencias escritas que mencionen inequívocamente a la especie ¿Significa esto que el sarrio se extinguió de las montañas vascas al final del Neolítico o que al menos se produjeron en esta época las condiciones como es el acantonamiento y la fragmentación de su población en macizos montañosos que pronto llevarían a su extinción, sobre todo en aquellos de baja altitud? Vistos estos datos, todo parece indicar que sí.

Como ha mostrado la evolución de su población a lo largo del tiempo, el rebeco pasa de estar ampliamente distribuido por Iberia en la época pleistocena ocupando diversos hábitats a refugiarse paulatinamente en zonas de montaña del tercio norte peninsular. Sin embargo, si la explicación de su extinción en nuestro territorio fuese la ausencia de un hábitat adecuado, ésta no sería correcta pues el macizo de Aitzkorri o las Peñas del Duranguesado con extensos bosques caducifolios, laderas herbosas escarpadas y altos paredones rocosos acogerían perfectamente los requerimientos de hábitat de esta especie.

Ni siquiera la altitud de estos sistemas montañosos debería haber sido un condicionante como demostraría la presencia de rebecos en la Sierra de Cuera aún en el siglo XIX, una montaña asturiana próxima al mar con su punto culminante en el Pico Turbina de 1315 m. La presencia de poblaciones de rebecos introducidos en Nueva Zelanda muy cerca de la costa o la ocupación de cotas de menor altitud en aquellos lugares de Pirineos donde su caza está acotada también demostraría una mayor plasticidad respecto al rango de altura que se le atribuye.

La presión humana desde tiempos prehistóricos sobre un territorio de orografía suave como es el nuestro, al menos comparado con otras regiones del norte, y próximo a la costa podría ser otra de las razones por las que el rebeco habría desaparecido del País Vasco en fechas tan tempranas. En este caso sería necesario explicar por qué otras especies como el ciervo o el corzo, que soportaron una intensa actividad cinegética a lo largo de los siglos, pudieron sobrevivir en Gorbea hasta el siglo XVIII. Dicha montaña o la Sierra Salvada presentaban aún en el siglo XVII una baja intervención humana y un elevado grado de conservación que hacían posible la presencia de osos, lobos y linces. Podría afirmarse que en dicho siglo las montañas vascas seguían manteniendo un pasillo ecológico entre las cordilleras pirenaicas y cantábricas, un flujo de fauna que hacía más difícil las extinciones locales o puntuales.

El mapa que se adjunta a continuación sobre la distribución del rebeco cantábrico en 2008 (1), en el que aparecen también con un punto negro las menciones de su presencia a lo largo del siglo XIX, nos permite observar a grosso modo la reducción de su población durante este periodo de tiempo y, en concreto y para lo que nos interesa aquí, que por la zona oriental su población habría llegado hasta la Sierra del Escudo. Lo que a su vez nos hace suponer que doscientos o trescientos años atrás con una mayor superficie forestal, esa área de distribución tuvo que ser mayor y que es posible que llegase por el este hasta el valle vizcaíno de Karranza.

Y en el caso de que los rebecos hubiesen vivido en el País Vasco hasta hace sólo unos siglos ¿por qué no se han encontrado referencias escritas que mencionen concretamente a la especie? Sería plausible suponer que aquellos autores que escribieron en español compendios de historia o diccionarios geográficos del País Vasco, por ejemplo, no supiesen traducir a dicho idioma la palabra que usaban los informantes euskaldunes para referirse al rebeco, si es que había una concreta, pues recordemos que en el siglo XVII se hablaba euskera en toda Euskadi a excepción de la zona más meridional. Aparte de la confusión que existía en el propio idioma español entre la cabra montés (Capra pyrenaica) y el propio sarrio, y la cantidad de términos utilizados a lo largo de la geografía española para referirse a ellos que muchas veces se intercambiaban y confundían: rebeco, robezo, gamuza, isardo, sarrio, becerra, cabra montés, íbice

Pastores, ganaderos y otros usuarios del macizo del Gorbea de habla eusquérica utilizan hoy día la palabra basahuntza para referirse al ciervo, palabra que en castellano podríamos traducirla como cabra de bosque o de monte. Esta palabra también hace referencia de forma genérica a otros ungulados con cuernos como el corzo y podría reflejar muy bien la realidad de las comunidades rurales de hacer poca distinción entre unos y otros dependiendo de su interés y utilidad.

Es posible que la palabra en castellano que hiciese referencia al rebeco en el País Vasco fuese simplemente la de cabra o cabra montesina ya que algunos documentos citan a la cabra entre la fauna silvestre de un determinado lugar. Este es el caso del Compendio historial de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa publicado en 1625 por L. Isasti donde se describen los animales salvajes que pueblan el territorio: De caza también hay lo que es necesario: de monteria javalies, cabras, corzas, y algunos venados, liebres muchas.

Esta cita ha llevado a algunos investigadores (2) a contemplar la posibilidad de que en Gipuzkoa todavía quedasen rebecos en el siglo XVII. En el Diccionario Geográfico-histórico de España, publicado en 1802 ya solamente se cita a la cabra, de entre los animales salvajes, en un único pueblo guipuzcoano, en Amasa: Y se crían zorros, jabalíes, cabras y gatos monteses.

En Álava, Txema Fernández encontró en el Ayuntamiento de Urkabustaiz (3) varias diligencias practicadas en 1609, 1648 y 1659 en las que sus vecinos solicitaban permiso para cazar en sus distritos xabalís, libres, corzos, cabras montesinas y otras fieras.

A falta de referencias inequívocas seguirá quedando la duda de qué es realmente lo que quisieron decir estos documentos con el término cabra: rebecos o cabras asilvestradas, puesto que no ha sido rara la existencia en nuestros montes de pequeños rebaños de cabras asilvestradas, y también es cierto que siempre se ha procurado eliminarlos con la mayor brevedad ya que ningún propietario ha querido que sus cabras se cruzasen con machos asilvestrados.

Se extinguiese el rebeco hace unos pocos siglos o hace muchos, la cuestión es que tenemos un hueco por cubrir en nuestros hábitats de montaña, entre los pastizales colgados y los grandes paredones de roca caliza que caracterizan nuestras montañas. La Fundación Naturaleza y Hombre comenzó la reintroducción del rebeco en el Alto Asón (Cantabria) en 2002 y actualmente pastan en esa zona más de 130 ejemplares… ¿por qué no también aquí?

(1) Según Pérez-Barbería et al. (2009).

(2) Pérez-Barbería, F. J., García-González, R., Palacios, B. (2010). Rebeco – Rupicapra pyrenaica. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Cassinello, J. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/

(3) José María Fernández (Coord) Estudio faunístico del Parque Natural de Gorbeia. Fauna de vertebrados (excepto quirópteros). 2003.


Gustavo

lunes, 13 de julio de 2020

La Sima de Orduña

¡¡Brummm brooomm brroonmmmm!!

¿Qué ha sido eso? ¿Qué ruido es ese? Pascual está terminando de desayunar, se le hace tarde ya que tiene que ir a la estación de Orduña a coger el tren para ir a Izarra, donde le espera su cuñado José que le acompañará a Abecia a hablar con un amigo de éste que vende un novillo. Pascual lo quiere engordar para llevarlo este año a la feria de Quejana, allá por San Juan.

¡Pascual!, ¡Pascual!

¡Estoy aquí!, Pascual sale a la calle y se encuentra con su vecino Andrés que bajaba de Montaleon hacia Orduña cuando se ha topado con un espectáculo dantesco. Viene acalorado y con la cara blanca, asustado.

¡Pascual, Pascual!, ¡válgame Dios, Pascual!

¿Qué pasa?, ¿qué ha pasado?, ¿qué ha sido ese ruido? ¡Parece un trueno!

¿Un trueno?, ¡no, no ha sido un trueno!, ¡la tierra Pascual!, ¡la tierra se hunde!  

¿Pero qué ha pasado?

No sé, solo sé que estaba bajando por el camino y de repente todo ha empezado a temblar ¡y la tierra se hundía!,

¿Pero dónde?

Ahí arriba, junto al camino a Montaleón, donde la fuente Vieja. Pero yo no vuelvo Pascual, ¡es horrible! ¡Parece que el mundo se hunde en un agujero!



Las crónicas de los diarios de la época son escuetas. Cuentan el hecho acaecido en Orduña el día 2 de febrero de 1911 por la mañana, cuando, de forma repentina, se produjo un hundimiento del terreno en el término de Arbieto. El abismo que se formó se inundó de agua, formándose una laguna en el lugar.


La Gaceta del Norte 


El Globo

El Imparcial


La correspondencia de España


Laguna de Arbieto
                  


Un poco de geología

El amplio valle de Orduña y Arrastaria tiene una forma abierta y circular debido a su particular estructura geológica que se denomina “diapiro”. Un diapiro es el resultado del empuje, por fuerzas tectónicas, de rocas de gran plasticidad desde capas profundas hasta su afloramiento en superficie, en un proceso que se lleva a cabo durante millones de años. Es una especie de erupción volcánica a cámara lenta, sin explosiones, ni terremotos, ni ríos de lava. Al ascender adquieren una forma de chimenea, que en el caso del diapiro de Orduña tiene unos 7 km. de profundidad.

Corte esquemático del diapiro de Orduña. Fuente: “Mineralizaciones de Zn-Pb asociadas a los diapiros de Murguía y Orduña (cuenca vasco-cantábrica”). Joaquín Perona Moreno. Tesis doctoral. https://core.ac.uk/reader/132089238



Las rocas profundas que emergen a través de las margas y calizas suprayacentes son evaporitas, con gran contenido en arcillas, sales y yesos (en color rosado en la imagen). Se las denomina arcillas del Keuper, por el nombre del periodo geológico en el que se formaron. 

En esa época, hace unos 210 millones de años, la comarca estaba ocupada por un mar somero donde la intensa evaporación generó potentes depósitos de materiales con alto contenido en sales. Por eso el diapiro de Orduña es salino y en Orduña se han explotado minas de yesos.  

Las formaciones diapíricas en muchas ocasiones tienen un interés económico ya que actúan como trampas de hidrocarburos, puesto que sus arcillas y sales son muy impermeables, actuando como reservorios de estos preciados compuestos. Por eso en la zona se realizaron a los largo de la segunda mitad del siglo XX  varias campañas de búsqueda y exploración de hidrocarburos.




Una vez que han aflorado a la superficie estos materiales con alto contenido en sales empiezan a erosionarse, creándose formas en el relieve que recuerdan a un gran cráter. El afloramiento diapírico de Orduña se abrió paso entre las margas y calizas de la Sierra Salvada y montes de la zona.


Valle diapírico de Orduña y Arrastaria

La gran solubilidad de las arcillas y los yesos del Keuper hace que la circulación del agua de lluvia que se infiltra en el terreno vaya erosionando esos materiales generando conductos y cavidades por los que circula el agua. Estas aguas cargadas de sales afloran en manantiales, como el de La Muera. El nombre lo define bien, un manantial salino, con sales provenientes de la disolución de las arcillas y yesos del diapiro. Aguas que fueron motivo de la creación del balneario de Arbieto.

manantial La Muera

Las cavidades subterráneas formadas por la circulación del agua pueden llegar a colapsar y provocar hundimientos repentinos como el ocurrido aquél 2 de febrero de 1911, creándose una dolina, que en el caso de Orduña se llenó de agua dando lugar a la laguna de Arbieto.

En realidad en Arbieto podemos encontrar dos dolinas, la más llamativa es la que se generó de manera abrupta aquél día de Candelas de 1911, si bien unos metros al oeste existe otra dolina menos profunda y que no se llenaba de agua de manera permanente, actualmente ocupada por un campo de pitch & putt. 


Esquema litológico del entorno de la Sima de Orduña. Como se ve hay dos dolinas, la más llamativa es la situada al este, denominada “la Sima” 

Esquema de la formación de la dolina de Arbieto. Fuente: “Puntos de interés geológico de Bizkaia. Diputación Foral de Bizkaia”

El alcalde está callado, la mirada fija en el socavón abierto en las campas de Arbieto. La gente se agolpa unos metros por detrás, en un gran revuelo, ya que el espectáculo es inaudito. Tomás, el alguacil, enfadado porque hoy era su día libre y por motivo del incidente tiene que estar de servicio, está a su lado sin saber muy bien qué pensar sobre lo que está viendo. El alcalde reacciona: ¡Tomás!, ¡dile a la gente que se eche para atrás o vamos a tener una desgracia aun mayor!

¡Echaros para atrás, joder! ¿O queréis acabar en el hoyo?

¡Tomás!, ¡Tomás!, le llama entre la multitud su amigo Manolo, ¿cómo es el agujero?, ¿es grande?

Joder grande…, piensa para sí Tomás, grande es.

¡Sí!, contesta gritando, ¡como una sima de la Sierra!  ¡Pero está llena de agua!

La Sima

La Sima de Orduña, así se conoce a esta dolina inundada en Orduña y en la comarca. Pronto se convertiría en lugar de referencia en la ciudad y en el entorno, dando lugar a dimes y diretes y motivo de bromas como esta canción que se publicó en semanario local “El Bollo”:

Canción al hundimiento de la sima

De la sima un hundimiento

alto os tengo que contar

ya que hemos perdido el miedo

todos los de la ciudad.

 

Chicos, jóvenes y viejos

todos van al agujero

todos dan sus opiniones

todo el mundo es ingeniero.

 

Para comprobar lo dicho

allá van los zapateros

que provistos de una cuerda

su polea y un caldero.

 

Creyendo ya ver petróleo

tiran listos el caldero

y lo único que sacan

es un trozo de mortero

 

Se desprenden más terrazos

y la cuerda les rompió

unos gritan santo cielo

otros dicen santo Dios.


Todos corren espantados

entre matos y berezos

miedo tienen de los diablos

se queden con sus pellejos.


De las demás opiniones

es cuento de no acabar

unos ven barcos veleros

y otros gaviotas volar.

 

EL BOLLO
Semanario antipolítico y satírico-juerguista. Domingo 7.7.1914


A lo largo de los años fue lugar popular de baño de orduñeses. Cuentan que los más atrevidos se zambullían desde el borde del precipicio hasta el agua.

Como se puede ver en la transcripción de los recortes de prensa, también hubo un intento de aprovechamiento de las aguas embalsadas, por parte de la empresa Papelera Española S.A., para bombearlas al río Nervión y poder aprovecharlas aguas abajo, en la fábrica que esta empresa tenía en Arrigorriaga.

Pasado los años, un domingo 23 de agosto de 1964 volvió a ocurrir un hecho similar al  ocurrido cincuenta y tres años antes, volvió a darse un hundimiento en las inmediaciones de la Sima, volviendo a causar gran revuelo. Según puede leerse en las crónicas de la prensa de aquellos días, también se rumoreaba y se especulaba con la existencia de petróleo dado que,  parece ser, con el nuevo hundimiento afloraron aguas con indicios de hidrocarburos. Como hemos dicho antes las formaciones diapíricas pueden actuar como trampas de hidrocarburos, por lo que las especulaciones se dispararon.

La Gaceta del Norte



  


Junto a la Sima que se formó en el hundimiento del año 1911, como hemos dicho, existe otra dolina de dimensiones similares que se puede visualizar en las fotos aéreas, pero con una profundidad menor y taludes menos pronunciados y espectaculares que los de la Sima. Aparentemente, según se puede dilucidar de las fotos aéreas antiguas, solo con un nivel freático elevado llegaba a formarse una charca:


“La Sima” o laguna de Arbieto a la derecha. A su izquierda se adivina la otra dolina que en esta foto del año 1956 aparece sin agua

 


Foto área del año 1977, donde se observa que la elevada cota de la lámina de agua en la Sima y la laguna que se formaba en la dolina occidental


A finales de los años 70 y durante los años 80 la dolina hermana de la Sima fue utilizada como vertedero de residuos urbanos de la ciudad de Orduña:




Alud de basura sobre la laguna de la dolina occidental de Arbieto, años 80. Fuente: Archivo fotográfico  Mendiko Lagunak Taldea


Vista de la dolina occidental desde el este, en la parte alta de la lengua de residuos que desembocaba en la laguna que se formaba temporalmente. Fuente: Archivo fotográfico Mendiko Lagunak Taldea

El vertido de residuos urbanos cesó a principios de los años 90

En el año 2002 se construyó un campo de golf municipal sobre el antiguo vertedero, actualmente campo de pitch & putt:



Dolina occidental hace 35 años (misma vista que la foto anterior), cuando se usó para depositar la basura generada en Orduña


Por las características geológicas, hidrológicas y topográficas no es frecuente la existencia de zonas húmedas de las características de la laguna de Arbieto en los valles cantábricos. Su origen natural en un ámbito singular como el diapiro de Orduña le confiere relevancia y un elevado valor ambiental.

La Sima hoy

¡Gracias!,a la Asociación ADRATAN de Orduña por la información aportada, las copias de los recortes de prensa y comentarios sobre la Sima. 

miércoles, 8 de julio de 2020

Se busca vivo o muerto: el topo.


Topo. Murga.
En realidad, el topo nunca ha figurado entre los primeros puestos de las alimañas más perseguidas, pero siempre ha sido un vecino indeseable allí donde se cultivase la tierra puesto que las galerías que excava en busca de lombrices y las toperas que genera acaban afectando a sembrados y cultivos. Antiguamente se creía que el topo se alimentaba de materia vegetal y que roía las raíces de las plantas, hoy se sabe que su dieta se basa fundamentalmente en lombrices de tierra, larvas de coleópteros y dípteros, pupas de lepidópteros y un sinfín de pequeños invertebrados que sorprende en los túneles que habita.

Toperas en Lezama.

Al desaparecer el sistema agrícola tradicional que había ocupado los valles con campos de trigo, maíz, patatas y pequeños huertos, finalizó también su atávica persecución. Sin embargo, pronto surgiría una nueva amenaza para los topos, esta vez procedente del uso exclusivamente residencial de las casas de campo y por motivos estéticos en vez de económicos: las toperas afeaban el cuidado césped que rodeaba las viviendas.

Detalle de extremidad delantera.

Mientras que garduñas, ginetas, comadrejas, milanos o azores dejaron de ser perseguidos, los topos volvieron a convertirse en fugitivos. Ahora pasan a pertenecer al grupo de aquella fauna que molesta a los propietarios de las casas porque generan suciedad con sus excrementos, ruido o simplemente afean el lugar en el que residen: vencejos, golondrinas, aviones, lechuzas, topillos, murciélagos, lirones, musarañas, culebras, sapos y todo tipo de bicho que se le ocurra acercarse.

Cepo para atrapar topos y ahuyentador mediante vibración.

Ciertamente, a pesar de creer haber superado aquella manera de pensar en la que cualquier especie de animal que no fuese útil para el hombre podía ser exterminada, sigue operando actualmente una mentalidad similar de eliminar todo tipo de fauna que interfiera en nuestros intereses y, por supuesto, operan también las mismas prácticas al emplear métodos crueles para matarlos como son las famosas trampas para atrapar topos o el uso de veneno, ilegal por supuesto. Parece que una conciencia real de conservación de nuestro patrimonio natural y nuestra fauna aún están lejos.

Página de la revista El Carabo en la que se explica la manera de excavar y extraer la tierra hacia el exterior.

Aunque quizá, para poder respetar y amar a toda esta fauna que convive con nosotros lo mejor sea conocerla un poco mejor: cómo viven, qué comen o qué grado de conservación poseen. En el caso del topo realmente es fascinante su adaptación a la vida subterránea: el gran tamaño de sus pulmones y el doble de cantidad de sangre y hemoglobina que circula por sus venas para aprovechar el escaso oxígeno que existe dentro de las galerías subterráneas, las fuertes palas en las que se han convertido sus extremidades anteriores para poder excavar la tierra o un pelaje que se levanta verticalmente de la piel y que facilita la circulación hacia delante o hacia atrás por los túneles que transita.

Topo en un nido de lechuza. Murga.

Pero, por supuesto, hay mucho más, como la velocidad a la que se desplaza (un metro por segundo), la profundidad en la que están construidos sus túneles aunque eso depende también de la profundidad en la que en esos momentos se encuentren sus presas principales o la manera de pasar el invierno que no es otra que almacenar una gran cantidad de lombrices a las que previamente les ha asestado un mordisco en la cabeza que las mantendrá vivas durante todo el periodo invernal. Una buena manera para acercarse a la vida del topo es la lectura de número 55-56 de la revista El Carabo dedicado al topo.

Cráneo de topo.

Para terminar, sólo decir, que en nuestra comarca tenemos la fortuna de contar con las dos especies de topo presentes en la península Ibérica: el topo europeo (Talpa europaea) y el topo ibérico (Talpa occidentalis). Este último de menor tamaño, con el hocico más corto y las extremidades anteriores más anchas, aunque el análisis genético sigue siendo el método más fiable para determinar la especie.