El estramonio (Datura stramonium)
crece en terrenos que han sido alterados y removidos por el ser humano y
alcanza buen porte si además el suelo es fértil y rico en nitrógeno; este es el
motivo por el que encontramos ejemplares cerca de nosotros, en cunetas, explotaciones
ganaderas, jardines, cultivos o huertos. Las fotos de esta entrada están
tomadas en un club de equitación de Amurrio, en una zona donde se deposita el
estiércol. Cuando se instala en un lugar llega a desplazar a otras especies de
plantas por lo que se considera en el País Vasco una planta alóctona e
invasora.
La sola presencia de esta planta
impone. Asombra la rapidez con la que crece y el tamaño que van adquiriendo el
tallo y las hojas, desprende un olor penetrante y desagradable y las semillas
se encuentran dentro de un fruto recubierto de púas. En cuanto a su toxicidad
es un auténtico cóctel de peligrosos alcaloides: atropina, escopolamina y hiosciamina;
tan sólo 10 mg. de la primera sustancia y 4 mg. de la segunda resultan letales
para el ser humano.
Debido a esta alta toxicidad, el
estramonio ha estado presente en aquellos relatos donde brujas, magos y otros
personajes siniestros que recibían ayuda del propio diablo empleaban ésta y
otras plantas tóxicas para inducir alteraciones de la conciencia en aquellas
personas que lo deseasen o para provocarlas en terceros con fines malévolos. Hasta
la etimología de su nombre está influida por este mito pues el nombre de stramonium
con el que Linneo describió la planta hace referencia a una palabra del español
antiguo que significa magia o brujería, stramonia.
En cualquier caso, hay que
preguntarse si la planta de la que en realidad hablaban era Datura
stramonium o se trataba otras especies de daturas (también conocidas como
trompeteros) y de idéntica composición química ya que durante mucho tiempo se
dudó del origen geográfico del estramonio, pero actualmente parece haber cierto
consenso en que procede de México, y no del entorno del Mar Caspio como se
pensaba, y que llegó a Europa a través de España en el siglo XVI. Quizá sea
precisamente este origen, de una región cálida y tropical, la razón por la que
en estos años de temperaturas más cálidas de lo habitual observemos al
estramonio con más frecuencia.
Lo que sí parece cierto, al margen de
la versión interesada que pudo dar la Inquisición y la Iglesia Católica de
estas prácticas, es que el estramonio ha sido empleado con fines similares
independientemente del punto geográfico y continente donde creciese, siempre ligado
a filtros amorosos, a facilitadores de prácticas sexuales, a estados
alucinógenos.
El desarrollo de la medicina y de la
industria farmacéutica ha relegado el conocimiento que se tenía de las plantas
a compendios de sus usos tradicionales, a botánicas populares. Pero al
estramonio le hemos sacado del olvido desde hace unas décadas, sobre todo,
porque a partir de uno de sus alcaloides, la escopolamina, se puede elaborar la
burundanga, una sustancia psicoactiva empleada para la sumisión química.
Si bien hoy día, no es la única droga
que existe para anular la voluntad de las personas y aprovecharse de ellas,
también está el éxtasis, el GBH, la ketamina, los barbitúricos, las
anfetaminas, los benzodiacepinas y, principalmente, el alcohol causante de casi
las tres cuartas partes de los casos de sumisión química. Por esta razón, no se
entienden muy bien las noticias en las que un ayuntamiento ordena a sus
operarios destruir pies de estramonio hallados en el municipio como si no creciesen
más especies de plantas tóxicas que estas, como si no existiesen decenas de
nuevas sustancias químicas con cualquier principio psicoactivo que logra la
afectación de una posible víctima, como si el alcohol no contase para los
medios de comunicación.
Un poco confuso me parece el articulo
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