viernes, 8 de junio de 2012

Zorro rojo (Vulpes vulpes)



De nada ha servido la persecución secular a la que se ha sometido a este animal para exterminarlo: cepos, lazos,  trampas, veneno, escopetas, que de todo ello hacían los caseríos buena provisión; y cuando no era suficiente se hacía la colecta en el concejo para contratar a un alimañero. Y de alimaña ha pasado en la actualidad a su declaración como especie cinegética con similares resultados. Ni siquiera enfermedades como la sarna que son capaces de diezmar su población han acabado con él hasta convertirse hoy día en el carnívoro de más amplia distribución mundial.


El zorro rojo (Vulpes vulpes), que así se le denomina científicamente, es un carnívoro  cuya actividad la desarrolla durante la noche pero se le sorprende fácilmente durante el día. Frecuenta todo tipo de ambientes y en la península Ibérica le encontramos desde el nivel del mar hasta la alta montaña. En las fotos de esta entrada aparece en un robledal de Murga (Quercus robur), aprovechando los restos de comida junto a una casa en Zuaza y en las proximidades de la cumbre del Eskoritas, entre pinos silvestres (Pinus sylvestris) y quejigos (Quercus faginea). La foto que encabeza esta entrada está hecha a un viejo zorro en el Parque Natural de la Sierra de Cazorla.


Si examinamos uno de sus excrementos, depositados en medio de los caminos y encima de lugares destacados como piedras, podemos encontrarnos restos de alimentos de orígenes muy diversos: semillas de frutas como cerezas, élitros de insectos, huesos de roedores y aves, lana de alguna oveja muerta y cualquier otro tipo de alimento que haya podido encontrar en basureros y vertederos.


En los caseríos se conoce muy bien este carácter oportunista. En la época en la que nacen los corderos merodea los valles, caseríos y campos para aprovechar el mínimo descuido y tampoco hay que olvidarse de las gallinas porque el raposo puede meterse en el mismo gallinero. Así que no es de extrañar que encontremos escenas en nuestro valle como la siguiente en la que el cazador de este zorro parece querer decir: “mirad lo que os va a ocurrir como os acerquéis aquí”.


Los intereses de estricta productividad y rentabilidad económica que imperan en las actividades y usos del territorio que hacemos los humanos han provocado desequilibrios en nuestros ecosistemas. El zorro ha sabido sacar provecho de esta situación colonizando el nicho ecológico de los grandes depredadores, gracias a su gran capacidad de adaptación a un territorio con intensa actividad humana, con hábitats muy fragmentados y alimentándose de  gran cantidad de desperdicios que producimos los humanos y que dejamos en basureros, vertederos, contenedores y cunetas de carreteras.

Gustavo

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