miércoles, 23 de junio de 2021

El acónito, la planta más venenosa de Europa

Aconitum vulparia. Foto Xabi Iturrate.

La ausencia de la capacidad motora de las plantas las ha llevado a desarrollar a lo largo de la evolución diferentes estrategias para defenderse de posibles amenazas sin tener que recurrir al movimiento que las permitiría huir o esconderse. Entre estas estrategias se encuentra la capacidad de generar sustancias que resulten tóxicas para potenciales depredadores que intenten alimentarse de ellas como insectos, aves o, incluso, mamíferos. Algunas de ellas son también tóxicas para el ser humano, a veces en grado extremo, denominándolas entonces venenos; son bien conocidos el estramonio, la cicuta, el tejo o la belladona, pero ciertamente son muchas las plantas que contienen algún tipo de sustancia perjudicial para nuestro organismo: el bonetero, el aro, el muérdago, la nueza negra, la adelfa, la dedalera... En esta ocasión vamos a hablar del acónito, una de las plantas más venenosas de Europa.

Aconitum vulparia. Foto Xabi Iturrate.

Aunque para ser más precisos habría que hablar de acónitos, ya que el género Aconitum (dentro de la familia de las Ranunculáceas) está compuesto por más de tres centenares de especies en todo el mundo que se caracterizan, entre otras cosas, por contener el alcaloide denominado aconitina, un compuesto de gran toxicidad. De entre todos ellos destaca por su capacidad letal el acónito indio (Aconitum ferox), usado antiguamente en La India para envenenar flechas y lanzas.

Aconitum anthora. Sarra, Pirineos. Foto Patxi Aiaratik
Este género cuenta en la península Ibérica con cuatro especies y a este blog traemos dos de ellas que crecen en nuestro entorno: Aconitum napellus y Aconitum vulparia. El Aconitum napellus presenta flores de azul intenso y se denomina popularmente matalobos, quizá sea el acónito más conocido de la península. La fotografía siguiente la tomamos el año pasado en un bosque de ribera junto al río Baias, cerca del pueblo de Katadiano (municipio de Kuartango). Las proximidades de los arroyos suelen ser uno de los lugares donde crece esta especie, además de zonas de montaña, áreas nitrificadas y cercanías de apriscos.

Aconitum napellus. Katadiano. Foto Gustavo Abascal.

Aconitum napellus. Sarra, Pirineos. Foto Patxi Aiaratik.

Aconitum napellus. Katadiano. Foto Gustavo Abascal


El Aconitum vulparia presenta unas flores cilíndricas de color amarillo que le dan el nombre popular: acónito amarillo o de flor amarilla. Requiere lugares húmedos y sombríos y resulta frecuente en las laderas de la Sierra Salvada, en megaforbios al pie de los cantiles o en las ereas de la sierra, lugar donde se han tomado estas fotografías, concretamente en las proximidades del pico Iturrigorri.

Aconitum vulparia. Sierra Salvada. Foto Patxi Aiaratik.

Aconitum vulparia. Sierra Salvada. Foto Patxi Aiaratik.

Tanto un acónito como el otro poseen una capacidad toxicológica similar. El lugar de la planta donde existe más concentración de aconitina es en el tubérculo, pero también en tallos y hojas. Únicamente son suficientes 5 miligramos, lo que correspondería a 34 gramos del tubérculo, para matar a una persona en cuestión de pocas horas, si no mucho antes. Es tal letal este veneno que incluso el simple contacto con la piel produce anestesias regionales.

Aconitum vulparia. Sierra Salvada. Foto Xabi Iturrate.

A modo de ejemplo, esta sería una de las muchas descripciones de los síntomas de intoxicación. Aparece en La guía de Incafo de las plantas útiles y venenosas de la península ibérica y Baleares (1991) de D. Rivera y C. Obón:

La ingestión del acónito provoca un hormigueo y picazón en la boca, garganta y cara, seguido de una sensación de torpeza, hormigueo en la espalda y en los miembros, vértigo y debilitamiento del latido cardiaco. La víctima siente que la piel de la cara se encoge alrededor de la boca y que la cabeza se le agranda. Se observa una pérdida sensible de fuerza muscular y se producen convulsiones extremas, inflamaciones próximas al gangrenismo. Hace imposible la deglución de los alimentos a los animales que la comen, corroyendo sus partes internas, provocando vómitos y diarrea, acompañados de intensa sed. Ocasiona un grave peso en el estómago, naúseas y vómitos, hinchazón en el cuerpo y lágrimas en los ojos, dolor de cabeza y sensación de frío. La muerte se produce por parálisis de los músculos relacionados con la respiración a causa de un colapso cardíaco.

Aconitum vulparia. Sierra Salvada. Foto Patxi Aiaratik.

El conocimiento de las plantas y el empleo de algunas de ellas con fines medicinales fue habitual antes del desarrollo de los medicamentos tal como los conocemos hoy, y el acónito era sobradamente conocido desde la Grecia clásica, sobre todo como veneno infalible. Fue uno de los venenos más empleados por los griegos y en el mundo romano fue tan popular que llegó a prohibirse su cultivo. Una búsqueda por internet nos muestra el triste historial de muerte por la ingestión del acónito, tanto de manera involuntaria al desconocer su toxicidad como de manera voluntaria para acabar de manera rápida y barata con la vida de una persona, o varias como demuestra su utilización por asesinos en serie.

Sobra decir que está completamente desaconsejado su cultivo, empleo en jardinería y, por supuesto, con fines medicinales.



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