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Aconitum vulparia. Foto Xabi Iturrate. |
La ausencia de la capacidad motora de
las plantas las ha llevado a desarrollar a lo largo de la evolución diferentes estrategias
para defenderse de posibles amenazas sin tener que recurrir al movimiento que
las permitiría huir o esconderse. Entre estas estrategias se encuentra la
capacidad de generar sustancias que resulten tóxicas para potenciales
depredadores que intenten alimentarse de ellas como insectos, aves o, incluso, mamíferos.
Algunas de ellas son también tóxicas para el ser humano, a veces en grado
extremo, denominándolas entonces venenos; son bien conocidos el estramonio, la
cicuta, el tejo o la belladona, pero ciertamente son muchas las plantas que
contienen algún tipo de sustancia perjudicial para nuestro organismo: el
bonetero, el aro, el muérdago, la nueza negra, la adelfa, la dedalera... En
esta ocasión vamos a hablar del acónito, una de las plantas más venenosas de
Europa.
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Aconitum vulparia. Foto Xabi Iturrate. |
Aunque para ser más precisos habría
que hablar de acónitos, ya que el género Aconitum (dentro de la familia
de las Ranunculáceas) está compuesto por más de tres centenares de especies en
todo el mundo que se caracterizan, entre otras cosas, por contener el alcaloide
denominado aconitina, un compuesto de gran toxicidad. De entre todos
ellos destaca por su capacidad letal el acónito indio (Aconitum ferox), usado
antiguamente en La India para envenenar flechas y lanzas.
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Aconitum anthora. Sarra, Pirineos. Foto Patxi Aiaratik |
Este género cuenta en la península
Ibérica con cuatro especies y a este blog traemos dos de ellas que crecen en
nuestro entorno: Aconitum napellus y Aconitum vulparia. El Aconitum
napellus presenta flores de azul intenso y se denomina popularmente matalobos,
quizá sea el acónito más conocido de la península. La fotografía siguiente la
tomamos el año pasado en un bosque de ribera junto al río Baias, cerca del
pueblo de Katadiano (municipio de Kuartango). Las proximidades de los arroyos
suelen ser uno de los lugares donde crece esta especie, además de zonas de
montaña, áreas nitrificadas y cercanías de apriscos. |
Aconitum napellus. Katadiano. Foto Gustavo Abascal.
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Aconitum napellus. Sarra, Pirineos. Foto Patxi Aiaratik. |
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Aconitum napellus. Katadiano. Foto Gustavo Abascal
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El Aconitum vulparia presenta
unas flores cilíndricas de color amarillo que le dan el nombre popular: acónito
amarillo o de flor amarilla. Requiere lugares húmedos y sombríos y resulta
frecuente en las laderas de la Sierra Salvada, en megaforbios al pie de los
cantiles o en las ereas de la sierra, lugar donde se han tomado estas
fotografías, concretamente en las proximidades del pico Iturrigorri. |
Aconitum vulparia. Sierra Salvada. Foto Patxi Aiaratik. |
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Aconitum vulparia. Sierra Salvada. Foto Patxi Aiaratik.
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Tanto un acónito como el otro poseen
una capacidad toxicológica similar. El lugar de la planta donde existe más
concentración de aconitina es en el tubérculo, pero también en tallos y hojas.
Únicamente son suficientes 5 miligramos, lo que correspondería a 34 gramos del
tubérculo, para matar a una persona en cuestión de pocas horas, si no mucho
antes. Es tal letal este veneno que incluso el simple contacto con la piel produce
anestesias regionales. |
Aconitum vulparia. Sierra Salvada. Foto Xabi Iturrate. |
A modo de ejemplo, esta sería una de
las muchas descripciones de los síntomas de intoxicación. Aparece en La guía
de Incafo de las plantas útiles y venenosas de la península ibérica y Baleares
(1991) de D. Rivera y C. Obón:
La ingestión del acónito provoca un
hormigueo y picazón en la boca, garganta y cara, seguido de una sensación de
torpeza, hormigueo en la espalda y en los miembros, vértigo y debilitamiento
del latido cardiaco. La víctima siente que la piel de la cara se encoge
alrededor de la boca y que la cabeza se le agranda. Se observa una pérdida
sensible de fuerza muscular y se producen convulsiones extremas, inflamaciones
próximas al gangrenismo. Hace imposible la deglución de los alimentos a los
animales que la comen, corroyendo sus partes internas, provocando vómitos y
diarrea, acompañados de intensa sed. Ocasiona un grave peso en el estómago, naúseas
y vómitos, hinchazón en el cuerpo y lágrimas en los ojos, dolor de cabeza y
sensación de frío. La muerte se produce por parálisis de los músculos
relacionados con la respiración a causa de un colapso cardíaco.
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Aconitum vulparia. Sierra Salvada. Foto Patxi Aiaratik. |
El conocimiento de las plantas y el
empleo de algunas de ellas con fines medicinales fue habitual antes del
desarrollo de los medicamentos tal como los conocemos hoy, y el acónito era
sobradamente conocido desde la Grecia clásica, sobre todo como veneno
infalible. Fue uno de los venenos más empleados por los griegos y en el mundo
romano fue tan popular que llegó a prohibirse su cultivo. Una búsqueda por
internet nos muestra el triste historial de muerte por la ingestión del
acónito, tanto de manera involuntaria al desconocer su toxicidad como de manera
voluntaria para acabar de manera rápida y barata con la vida de una persona, o
varias como demuestra su utilización por asesinos en serie.
Sobra decir que está completamente
desaconsejado su cultivo, empleo en jardinería y, por supuesto, con fines
medicinales.
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