Durante el mes
de julio visitamos varias edificaciones antiguas del valle de Kuartango como
casas de labranza, cabañas o iglesias para intentar localizar refugios de
murciélagos que albergasen colonias de cría. Uno de estos lugares fue la ermita
de la Santísima Trinidad de Guillarte. Posee la característica de estar
construida sobre la misma boca de una cueva, concretamente es el muro que acoge
el altar mayor el que cierra la cavidad, dejando únicamente una pequeña puerta
para comunicar ermita y cueva. A esta peculiaridad se le suma un manantial que brota
de la misma cueva, desaparece bajo las rocas que forman el suelo de la ermita y
sale al exterior transformado en fuente sobre un abrupto regato.
Las primeras noticias que se tienen de esta ermita datan del siglo XVI, pero anteriormente y durante siglos tuvo que ser un conocido lugar de culto pagano relacionado con el mundo subterráneo y las aguas que el cristianismo se ocupó de transformar construyendo un templo para dirigir el fervor religioso hacia sus creencias e iconografía.
A la
construcción del templo sobre una cueva se le suma otro elemento inquietante
relacionado también con el inframundo: entre las figuras que adornan la iglesia
se encuentra representado en una escena el mismísimo diablo. Posee un aspecto
horrible, deforme, con cuernos y piel oscura e intenta alcanzar a un niño, pero
lo impide el Ángel de la Guarda. Los cuernos que posee el diablo no son los
originales, sino que tuvieron que ser sustituidos por otros después de que un
niño, empujado por el miedo, arremetiese contra esta talla.
Los vecinos de
más edad recuerdan que la ermita albergaba numerosos murciélagos, un grupo de
fauna al que se le ha relacionado siempre con la oscuridad y el mundo
subterráneo, y que incluso sigue despertando hoy día cierta repulsión en muchas
personas.
Aunque nada de lo dicho hasta ahora impidió que para celebrar la fiesta del lugar le dedicasen ni más ni menos que tres días, concretamente tres domingos en torno al día del Corpus y que eran llamados Día de los Devotos, Día de los Locos y Día de los Perezosos. Una curiosidad de estas fiestas es que se levantan castillos humanos al estilo de los castells catalanes, quizá el único lugar del País Vasco donde se mantienen esta tradición.
De todo aquel pasado hoy sólo quedan vestigios: un murciélago pequeño de herradura como único testigo de la vieja colonia de cría, y el viejo ermitaño que cuidaba la ermita transformado en un lirón gris, aunque desde luego si realizamos una visita detenida y en soledad aún se puede volver a sentir la presencia de aquellos antiguos númenes que poblaron el lugar.
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